jueves, 12 de febrero de 2009

La Albufera de Muro


Tal y como decíamos en la entrada anterior, el pasado fin de semana me fuí con unos amigos a la Albufera de Muro, a disfrutar de la gran variedad de aves que pasan el invierno en Mallorca.
La recepción no pudo ser mejor: un bando de cigüeñuelas (las de la foto) levantó el vuelo nada más vernos y nos deleitó con uno de los espectáculos más bonitos que se pueden ver.

Suelen medir unos 33-36 cm (más 14-17 cm de las patas) Es un ave inconfundible blanca y negra, con el pico fino como una aguja y las patas muy largas de un rosa rojizo. En vuelo destacan las patas que sobresalen de la corta cola. La parte inferior de las alas es negra. Los machos tienen el manto negro lustroso con reflejos verdosos mientras que las hembras lo tienen negruzco con matices marrones.
Al poco, se posaron nuevamente a escasos metros del observatorio y pudimos contemplarlas más de cerca. Nos hizo gracia un ejemplar joven que, a duras penas, intentaba hacer frente a las rachas de fuerte viento. La pobre, se acurrucaba todo lo que podía y así se pasó la mañana. Como se puede apreciar en las fotos, los ejemplares jóvenes se distinguen de las cigüeñuelas adultas por el color pardo de las plumas que, andando el tiempo, adquieren ese tono negro irisado, al tiempo que las plumas de la cabeza se van blanqueando.


Esta pareja de ánades reales estaba tomando el sol tranquilamente junto a un puente que cruza el canal principal de la Albufera. El macho es el que tiene la cabeza verde, por eso en Valencia le llaman Collvert (cuello verde); aunque su nombre científico es el de Anas platyrhynchos. El macho luce sus mejores galas en invierno, que es cuando le tira los tejos a la hembra porque empieza la época de cría.
La hembra tiene un pico marrón verdoso, y cuerpo de tonos marrones crípticos de 3 ó 4 tonalidades distintas. En su cara podemos ver una pequeña lista horizontal oscura que le cruza el ojo y llega hasta el pico. Presenta también en cada ala un espejuelo de color azul púrpura bordeado por arriba y por abajo por una línea blanca. En ambos sexos las patas son de color naranja intenso.
En época no nupcial ambos géneros presentan colores mucho más apagados, aunque se pueden diferenciar con cierta facilidad.
Construye su nido sobre el suelo, con ramitas y plumas, en zonas con vegetación a las orillas de los cursos de agua donde habita. Es una especie omnívora y oportunista, por lo que se alimentará tanto de materia vegetal (plantas, semillas, frutos...) como de pequeños peces, invertebrados, etc.
El vuelo de este tipo de aves es inconfundible, debido a la posición totalmente horizontal de su cuello y su batir de alas rápido.

Y, por hoy, ya no daré más la chapa. Espero no haber aburrido demasiado.

sábado, 7 de febrero de 2009

Benedicite omnes volucres coeli, domino! (Ps 2)


Mañana me voy de excursión a afotar pájaros, que es una afición enriquecedora y más pacífica que soltarles escopetazos. Iremos un grupo de amigos a la Albufera de Muro: una reserva natural de interesante contemplación y que les recomiendo vivamente si vienen a esta Isla. Todo un SPA para las anátidas, limícolas y zancudas procedentes del Norte de Europa.
Con un poco de suerte, si el tiempo lo permite y las Autoridades no lo impiden, contemplaremos el colorido espectáculo de las avefrías, los vuelos de las garcetas, las erráticas evoluciones de las cigüeñuelas y el deambular de las fochas.
Por eso pongo el título (ojo, en este caso, PS no tiene nada que ver con la Play, ni con Pothoshop) que procede del muy ecologista Salmo II.
La foto de hoy está sacada en el Bioparc de Valencia, el pasado mes de enero. Es un pato colorado (Netta Rufina).

miércoles, 4 de febrero de 2009

Mercaderes de la verdad



Concretando un poco más el tema de la entrada anterior, cuelgo este artículo de D. Pablo Cabellos, publicado en conoze.com

Mucho antes de que Jesús afirmase que vino a este mundo para dar testimonio de la verdad y dijera que quien es de la verdad escucha su voz; mucho antes de la respuesta escéptica de Pilatos -¿Qué es la verdad?-; seguramente desde que existen personas que piensan, éstas han buscado la verdad, porque los hombres apetecen naturalmente saber, como escribió Aristóteles. Cosa distinta es que la verdad sobre Dios y el hombre tenga su plenitud en Cristo. Y también es tema diverso que se acierte en la búsqueda y hasta que se niegue su posibilidad. Sin embargo, tan dentro del ser humano está el ansia de verdad que hasta sus detractores montan «verdades» creíbles, para buscar clientes que compran, votan o difunden sus ideas.

La noción natural de verdad viene a coincidir con el sentido común plasmado en la expresión de que la verdad no tiene más que un camino. O como decía aquel sencillo hombre del pueblo: lo que es, es. No obstante, en ocasiones parece que no. Algunos no cumplen el axioma de que algo no puede ser y no ser a la vez bajo el mismo respecto. Como los sofistas —a quienes Platón despreciaba—, pueden ofrecer una mercancía, una idea, una opinión, una acción con una versión y su contraria. Hay expertos en marketing y en imagen —no diré que todos— que trabajan así.

Las consecuencias morales son duras, porque ese afán de vender ideas, productos o decisiones políticas a base de crear «verdades» que no lo son, degrada la sociedad, siembra desconfianza y conduce al desinterés por la verdad, lo más específicamente humano junto al amor. Una persona, manejada de este modo, se vacía, no valorará rectamente su libertad y queda a merced del anuncio, del pensamiento dominante, del medio de comunicación influyente, que casi siempre quiere decir: del poderoso. Se pierde la capacidad crítica necesaria para juzgar teorías, ideas o conductas, no para condenar a nadie, pero sí para no dejarse arrastrar por la ola de modas que dificultan la reflexión.

Bien podemos afirmar que nuestro modo de vivir no es ajeno a la crisis de la verdad, que se traduce en imposición osmótica de sucedáneos. El relativismo, por ejemplo, desea hacernos impotentes para captar las verdades más hondas y necesarias de nuestra existencia. Y descolgados de ellas, quedamos muy por debajo de nuestras posibilidades: auténticas falsedades sobre la vida, la educación, el trabajo, las leyes, el juicio sobre el acontecer de la política, la cultura, la investigación, etc., se nos aplican sin resistencia. En la era del consumismo, nos convierten en compradores de «verdades» falsas o débiles. Pero «un hombre de conciencia es el que no compra tolerancia, bienestar, éxito, reputación y aprobación públicas renunciando a la verdad». Así lo afirmó el cardenal Ratzinger en su obra Verdad, Valores y Poder.

Si nuestra conciencia pierde su contacto con las verdades profundas, se subjetiviza y yerra con harta frecuencia. Acabamos por llamar conciencia a lo que es mera subjetividad. Decía Juan Pablo II en Veritatis Splendor: «Si existe el derecho de ser respetado en el propio camino de búsqueda de la verdad, existe aún antes la obligación moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y de seguirla una vez conocida». El pensamiento dominante, al tildar de fundamentalista al que habla de la verdad, no respeta ni el camino ni la obligación de buscarla. El resultado es patente: cercena en sus raíces el saber lo que somos, de dónde venimos, adónde vamos. Y siempre, detrás, la cuestión de Dios. Todo esto no es algo exclusivo de la Iglesia, es natural.

En su obra El Dios de los cristianos, Ratzinger escribió: «la conciencia está por encima de la ley: discierne entre una ley recta y una ley que constituye una injusticia. Conciencia significa preponderancia de la verdad. Pero esto quiere decir que la conciencia no es el gusto erigido en principio, sino la expresión de la fe en la secreta participación del conocimiento humano en la verdad». La conciencia nos desafía a buscar la verdad, sin permitir imposiciones al uso, sobre todo las que nos deterioran. Tomás de Aquino decía que la verdad no es sino la adecuación de la cosa al intelecto, lo que sucede cuando el intelecto concibe la cosa como es. Si se piensa que la libertad crea la verdad, se invierten los términos y se subjetiviza la realidad, que acaba por no importar. Con esta concepción es fácil construir «verdades» para la venta. Los marxistas vivían de la ortopraxis, es decir, de la «verdad» que convenía al momento. No pensaba así Aristóteles, quien hizo en su Metafísica una crítica consistente al escepticismo. Allí mismo escribió: «Se ajusta a la verdad el que piensa que lo separado está separado y que lo junto está junto, y yerra aquel cuyo pensamiento está en contradicción con las cosas». Sencillo, pero algunos no lo encuentran práctico.

martes, 3 de febrero de 2009

¿Todo es relativo? ¿Todo, todo, todo?


Comentando con un colega (y sin embargo amigo) la corriente de pensamiento según la cual la verdad absoluta no existe, sostenía mi interlocutor que todo es relativo; y que, lo que para unos es bueno, para otros puede no serlo; o que, dadas las circunstancias, en un momento dado, una verdad puede dejar de serlo.
Lo malo del asunto, le dije, es que, con esos argumentos, ya no me puedo fiar de ti, porque mañana puedes cambiar de opinión y transformar el abrazo en una puñalada trapera; de modo que, en el futuro lo tendré en cuenta.
Se quedó muy pensativo.

lunes, 2 de febrero de 2009

Why?


¿Por qué algunos se empeñan en decirle a Dios cómo tiene que hacer las cosas?
¿Por qué, en tantos casos, al españolito de a pié se le vence, pero no se le convence?
¿Por qué tienen esa fijación con la Iglesia los que no han pisado una en toda su vida?
¿Por qué tanta coña marinera con el Bus-Ateo si, según ellos, Dios no existe… probablemente?
¿Por qué tratan de imponer a capones la EPC los que predican la tolerancia y el “buen rollito”?
¿Por qué tienen que ir algunos con escolta en pleno siglo XXI y en un país que se dice civilizado?
¿Por qué tenemos una clase política tan ramplona?